El enano y la mariposa de luz.

En su blog, Lidia Castro nos reta a hacer un relato de no más de cien palabras, inspirado en la imagen, que incluya el elemento del dado: «enano minero» y opcional, que aparezca algo relacionado con el cinematógrafo.

Atrapada en una bombilla sin filamento, la mariposa de las minas brillaba con furia. Zimri, el enano minero, la miraba fascinado: su luz proyectaba sombras danzantes sobre su pared desnuda. «No tengo nada que envidiarles a los parisinos con su cinematógrafo» —pensaba mientras la mariposa iluminaba su soledad. El resplandor fue menguando y Zimri temió perder su espectáculo. Una mañana la encontró muerta. Enfermo de tristeza, comprendió que la verdadera función estaba en la mina: allí las mariposas volaban libres y centelleaban como constelaciones. Nunca más volvió a encerrarlas en bombillas.

98 palabras.

Autor: Ana Piera

Por favor, deja tu nombre si eres tan amable de comentar, a veces wordpress me los pone como anónimos. Gracias.

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Los Tres Reinos.

Microrrelato de fantasía épica.

Mi propuesta para el reto de Escribir Jugando de Noviembre: un relato de no más de cien palabras, inspirado en una imagen, que incluya la runa Sowilo y opcional algo relacionado con la Flor del Paraíso.

Con la runa de la victoria en el cuello, Gwendal selló el abismo donde yacen los impíos. Tierra, Mar y Cielo respiran al fin, libres del hedor del mal. Desde lo alto, un halcón desciende portando la Flor del Paraíso, la recompensa para los justos.
Ya no hay guerra, ni vigilia. Es tiempo de multiplicar la bondad.
Gwendal baja la guardia. Por primera vez, la guerrera piensa en sí misma. Los Tres Reinos la bendicen en silencio.

80 palabras incluyendo título.

Autor: Ana Laura Piera.

Los Tres Reinos también son metáfora de nosotros mismos; sobre ello escribí una reflexión en Reflexópolis, te invito a leerla.

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El abrigo que no seduce.

La ex-niñera que aprendió a elegir.

Mi participación para el concurso de relatos de El Tintero de Oro. La condición es que sea un relato ambientado en Nueva York, donde la ciudad tenga cierto protagonismo en la historia.

Tiempo de lectura: 2 minutos.

Queens, N.Y., 2025.

Despertó con el maquillaje corrido y un abrigo de leopardo en la puerta. Fran Fine ahora tenía 56 años y ya no trabajaba de niñera. Después de darse un baño, se sentó frente al tocador de su habitación y, ante el espejo, dibujó con un dedo un corazón aprovechando el vaho húmedo sobre el cristal.

—Fran, ¿qué demonios querías ser?— dijo con esa característica voz nasal que los años no habían podido borrar.

Recordó los días en los que soñaba con atrapar un marido rico, vivir en un pent-house en Manhattan, asistir a estrenos glamorosos, conciertos y galas, para después cenar en «Daniel», en el Upper East Side, o en «Le Bernardin», en Midtown Manhattan. Saboreando no solo los cocteles, sino las miradas de envidia y admiración de mujeres y hombres. No había quedado en un sueño, lo había obtenido y al final, lo había regresado, como una chaqueta que no sienta bien.

Sonó el móvil, era Maggie, la hija mayor del productor de teatro Maxwell Sheffield. Fran había sido su niñera hacía muchos años.

—¿Fran? ¡Qué alegría escucharte de nuevo! ¡Te perdí la pista por un tiempo!

—¿Maggy? ¡Qué sorpresa! ¿Cómo has estado?

—No muy bien, Fran. ¿Recuerdas a Carlo?

Claro que lo recordaba. Era guapísimo y además hijo de un afamado actor de cine. Fran le había aconsejado a Maggie que lo conquistara a cualquier precio.

—Carlo es incapaz de serme fiel, Fran. Solo soy el adorno que lo acompaña, no me falta nada, pero me siento como un mueble costoso en una casa vacía.

Fran lamentó con todo su ser haber sido el modelo de un ideal equivocado para Maggie. Ojalá ella nunca le hubiera hecho caso. Mientras la joven se desahogaba, Fran escuchó a un repartidor que gritaba algo en italiano afuera de su departamento, otro más allá decía algo en bengalí. El tren de la línea 7 pasaba a lo lejos, vibrando. ¡Había tanta vida en Queens! Contrastaba con la rigidez del Upper East Side donde vivía Maggie.

—Escucha preciosa, tengo un proyecto encantador y pronto te mandaré una invitación. Espero que puedas estar presente. Después podemos tomarnos algo juntas, como en los viejos tiempos.

Tras la llamada, Fran pensó que ella misma ya no buscaba ser elegida. Tras su divorcio, y en el caos encantador que era Queens, se preparó para su siguiente desafío: ser curadora de un museo de estética «Kitsch». Aún no tenía sede, pero ella y su amiga de la juventud Val Toriello ya estaban buscando un lugar y recopilando los objetos que exhibirían. El museo sería inaugurado con una chaqueta de «animal print» de cebra, con detalles en terciopelo y lentejuelas.

Terminó de vestirse y se puso el abrigo de leopardo, ya no para seducir a nadie, solo porque le gustaba como rugía contra el gris del mundo.

Autor: Ana Piera.

Nota: Fran Fine fue el personaje ficticio de una serie de televisión de los noventas. Quise imaginar que el personaje evolucionaba sin perder su esencia, aunque esta implicara conservar esa estética estridente, la «kitsch», pero que era tan de ella y que aunque la criticaran, ella la lucía orgullosa. Espero que el relato no precise, para entenderlo, de haber visto la serie. Gracias por leer.

En Reflexópolis, ciudad de pensamientos, te cuento cómo se me ocurrió esta historia.

Momentos Colgate. Microrrelato.

El reto Escribir Jugando de octubre, nos pide un relato de no más de 100 palabras. Inspirado en la imagen y que incluya el dado. Opcional que aparezca algo relacionado con la pasta de dientes.

Uno pensaría que ser una criatura de la oscuridad te libraba del miedo. ¿Qué puede dar más miedo que un vampiro? Ahora creo que solo soy un bufón.

Siempre traté de no matar, solo succionar un poco, ir de aquí a allá, mal comiendo sin destruir. Pero ahora, me acechan fantasmas con sepsis. Sus órganos ennegrecidos, sus alientos rancios y sus quejidos de dolor me hielan la sangre.

Debí haber usado pasta de dientes.

76 palabras.

Autor: Ana Piera.

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