
Nadie hubiera podido imaginarlo. Las personas pasaban y la veían sentada, dando de comer a los pajaritos. Las aves eran atrevidas y se montaban sin miedo en esas manos de dedos arrugados y de uñas amarillentas. Era la confianza que daba una eternidad de relacionarse. Volaban hasta su pelo descuidado y descolorido y ahí se quedaban un rato, queriendo hacer un nido en su cabeza. Ella metía la mano en las bolsas del viejo abrigo y sacaba con torpeza pedazos de pan seco que desgranaba con lentitud para luego lanzarlos con dificultad. Las aves se dirigían cual flechas aladas a las migas del piso, y otras veces, comían directamente de sus manos temblorosas.
Persiguiendo cada quien sus propios asuntos, los transeúntes a veces alcanzaban a mirarla de reojo, con repugnancia. Ofendidos por la pobreza y temerosos de su vejez, que les recordaba su propio destino. Algunos le aventaban algunas monedas desde lejos, que caían entre las migajas. Ella, sin embargo, no pedía nada. Los ignoraba y dirigía su mirada cansada tan solo a las avecillas.
Ninguno recordaba el parque sin ella, parecía formar parte de él, día y noche, como las bancas, los árboles o las fuentes. Sus orígenes inciertos a veces se discutían en las tertulias, donde se servía café o chocolate caliente y pasteles recién horneados.
¿Cómo iban a saber?
Una noche, el pequeño pueblo se remeció como nunca. La gente dejó la tibieza de sus lechos, y salió espantada a la calle para enfrentar un nuevo horror: las casas se derrumbaban, los árboles, heridos, yacían desgajados, con sus raíces expuestas.. La anciana del parque paseaba por las calles llenas de escombros, pero ya no era una anciana, era una figura femenina alta, enfundada en un traje hecho de piel humana. Su rostro recordaba al de una diosa sombría y tenebrosa. Los pajarillos eran ahora aves monstruosas, de grandes garras y enormes picos que pasaban sacándole los ojos a la gente. Una risa diabólica flotaba por las calles mezclándose con los lamentos y los gritos de miedo. Una neblina negra y densa fue envolviéndolo todo.
Nadie pudo haberlo previsto, ninguno jamás lo adivinó.
Autor: Ana Piera.
Nota: Si dejas algún comentario por favor deja tu nombre pues a veces WordPress los pone como anónimos. Gracias por leer.
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Hola, Ana, madre mía, qué cambio de registro, de personaje y de todo. Pero, como bien dices, ¿cómo iban a saber? Esto debe enseñar que no hay que juzgar a nadie, ni para bien ni para mal, porque a saber…
Muy bueno.
Un abrazo. 🤗
(Merche)
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Hola Merche, ni juzgar ni hacer menos, ni tener indiferencia por los menos favorecidos. La vida da muchas vueltas. Gracias por leerlo y comentarlo. Abrazo fuerte.
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increíble historia, Ana. Pero interesante Algo que puede pasar o pasa sin que nos emos demasiada cuenta. Ya no sabemos lo que nos rodea, nunca lo supimos, pero antes, no nos dábamos cuenta… Me ha gustado leerte. Te felicito. Soy Julie Sopetrán. Mi abrazo.
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Hola Julie gracias por leerlo. Es un texto algo oscuro y claro que se va al extremo, pero como dices, puede suceder no con elementos mágicos o fantasiosos. Alguien a quien se desprecia o se ve menos que de repente es capaz de vengarse, de afectar de algún modo. O una persona que sobrepasa nuestras expectativas y quedamos como idiotas. No sé, creo que puede tener muchas lecturas. Gracias por tus comentarios y visita.
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Hermoso e interesante relato. 👏👏👏
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Hola Azurea, no se si hermoso jajaja. Es un relato bastante oscuro. Gracias por leerlo, aprecio tu visita y comentario. Saludos.
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Ana, pero qué buen relato! Y vaya giro que le has dado. Me gustó mucho, mucho! Te dejo doscientos abrazos para empezar ☺️
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«para empezar…» bueno, quiero mis otros doscientos jajaja. Gracias Maty por pasarte. Saludos.
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Me gusta pasear por tus textos. Despacio, recorriendo tu mundo interior sin prisa. Hoy he pasado un poco de miedo. Fuerte abrazo.
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Hola Excusatio, gracias por pasar y comentar. No sé si el relato da miedo, pero creo que sí deja una sensación de inquietud. No hay que subestimar a nadie, una viejecita se puede convertir en algo feo, jejeje. Saludos.
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Como se suele decir: nada es lo que parece. Y dentro de poco, si no ya, nadie conoce a nadie. 🙂
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Jajaja, es verdad. Gracias por tu visita.
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Un relato tremendo, Ana.
Desde mi siempre loca cabeza, yo veo la anciana como una representación de la propia tierra, la Pachamama, como tan bellamente la llamáis por allí. Ninguneada hasta los límites por todos, despreciada y maltratada, llega un momento en que su paciencia se desespera y se venga de todas las maldades que les hacemos.
Me ha encantado todo, desde la impresionante fotografía, hasta el cambio de registro de la protagonista, pasando por la forma en que nos has metido en medio de la trama, para que asumamos nuestras responsabilidades, que las tenemos.
Felicidades. Muchas gracias por compartirlo.
Abrazo Grande.
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Hola José, es una buena interpretación. Ahora la Pachamama (es más bien un término del sur de América, Argentina, Perú…) es más que vilipendiada, y despreciada. A ver si no empieza a darnos sustos. Todo lo que como humanos despreciamos, tiene un potencial. Una simple gripe por ejemplo, que se puede convertir en una pandemia, cosas así. Gracias por tu lectura e interpretación, la aprecio mucho. Que estés teniendo un lindo domingo.
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Qué cambio abrupto que da el relato, toda una dulzura, anciana que da de comer a los pajaritos, tierna, serena, aparentemente débil, inofensiva. Todos la ven, la conocen sin embargo nadie la hace sentir un ser humano, hablan comentan, critican, lo típico, hablar del otro y juzgarlo, para no enfrentarme a mi misma, y el movimiento que destroza todo y la lleva a ella a erguirse frente a todos. Muy bueno, un gusto leerte
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Aquí te dejo tu última publicación. Saludos Fran
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Muchas gracias Fran. Que estés muy bien. Saludos.
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Las apariencias engañan.
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Así es Fran. Saludos.
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Hola Ana
Nos has traído un relato muy interesante donde la indiferencia, la repugnancia, el desprecio por los viejos y los pobres lastiman y mucho. En esta vida tan veloz y anodina, muchos se han olvidado del ser humano al que no ven ni siquiera aunque lo miren. Y si lo ven, es para dar vuelta la cara y olvidarlo cuanto antes. Pero todo tiene su precio. Y es justo que deba pagarse por ejercer la cruel indiferencia.
Es hora de asumir nuestra responsabilidad. No hay que preguntarse: «¿Cómo iban a saber?». Hay que preguntarse o gritarles: ¿Por qué no reaccionaron antes? ¿Por qué permitieron que la insensibilidad, la indolencia, la frialdad, el desdén, el desprecio se instalaran en sus corazones? ¿Por qué fueron tan crueles con sus semejantes más débiles? ¿Os dais cuenta ahora de quién es el débil?
¡Felicitaciones Ana! Un final triste pero super-merecido. Un abrazo grandote
Marlen
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Hola Marlen, gracias por leer otro de mis relatos locos. Definitivamente a veces despreciamos cosas sin saber que la «tortilla se puede voltear». La vida da muchas vueltas. Y lo que hoy creemos débil, puede en realidad esconder una fuerza interna. Me gustó el comentario de José, extrapolándolo a la Tierra, tan poco cuidada por nosotros, que puede reaccionar ante nuestra falta de cuidado. Gracias por tu lectura y comentario, lo aprecio mucho. Abrazo.
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Otra fantástica, obra…. unas palabras que te llevan a un futuro- presente…
Siempre hay ancian@s que algunos ojos ven como gárgolas y otros que ven a las palomas como señoras engalanadas con su plumaje hecho un vestido con un arcoiris irisante…¿ que nos deparará el futuro?
Quien lo sabe?
Siempre nos haces volar….Al menos a mi….Inma
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Gracias por pasarte por mis escritos locos. Saludos.
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