«Manahatta» me recuerda.

Relato corto donde una ciudad susurra su pasado.

relato fuera de concurso para el Tintero de Oro. Condición: un relato ambientado de N.Y., donde la ciudad tenga cierto protagonismo en la historia.

Tiempo de lectura: 4 minutos.

Desperté con una molesta luz punzándome los ojos. Me revolví, incómoda y agitada.

—¡Tranquila! Estás en el hospital Bellevue de Manhattan— dijo una chica joven, afroamericana, vestida con uniforme médico. Abrió de nuevo mis párpados con sus dedos y apuntó la luz de su pequeña linterna hacia mis pupilas.

Sigue la luz, por favor. Te desmayaste en medio de Times Square y nadie te pudo reanimar. Estamos asegurándonos que todo esté bien contigo. ¿Tu nombre?

—Tawi Henderson

—¡Excelente Tawi! Soy la enfermera Chapman. En un rato vendrá la doctora. ¡Quédate aquí tranquilita!

Salió del pequeño cubículo y corrió una cortina, ocultando de mi vista lo que sucedía en la sala de urgencias del Bellevue. El lugar olía a antisépticos y medicinas, las sábanas de la cama donde me encontraba, toscas y ásperas, me rozaban la piel. Escuché el chirrido de camillas entrando al recinto, al tiempo que los paramédicos daban el parte del paciente. Se mezclaban sollozos de dolor y voces angustiadas, que contrastaban con las enérgicas del personal médico. El ruido causado por el ir y venir de gente me aturdía. Sentí frío y desolación. Deseaba salir de ahí lo antes posible. ¿Qué había dicho la enfermera? ¡Ah, sí! Que me había desmayado en Times Square.

Recordé caminar por primera vez en la Séptima Avenida. Siendo yo de una pequeña y tranquila ciudad de Oklahoma, el lugar me abrumó. Tiendas. Luces. Pantallas gigantes. Multitudes. Olor a humo. Bocinazos. Gritos. Música. Todo vibraba. De pronto, sentí una punzada en la cabeza, noté que el ruido se deshilachaba como una tela vieja, las pantallas parpadearon hasta quedarse en negro. La ciudad se deslavó poco a poco y su sitio lo tomó un tupido bosque de arces con hojas rojizas, otoñales. Había hojarasca crujiendo bajo mis pies y se escuchaba el rumor de un río. Mi corazón bombeaba a mil por hora. Aspiré un aire fresco y terroso. ¿Qué estaba ocurriendo? Tuve la sensación de estar frente a las memorias, no de una persona, sino de un lugar. Y fue, desde el murmullo de ese río, que yo escuché susurrar mi nombre: «Tawi». Una negrura me envolvió y me desmayé.

Más tarde, al contarle a la doctora de guardia sobre esa experiencia extraña, decidió que quizás necesitaba más chequeos y me derivó con un neurólogo.

El Dr. Martin Lenni escuchó con interés lo que yo había experimentado. Era un hombre de mediana edad, de pómulos altos, tez cobriza y mirada bondadosa, sabia. Me hizo una batería de exámenes sin que nada malo saliera. En su consultorio me ofreció un té de aromática menta diciendo: «no cura nada, pero sana el alma».

—¿Qué me pasó doctor? —pregunté, aliviada de que no fuera un tema de importancia médica, pero intrigada.

—Tawi, ¿sabes el origen de tu nombre? —negué con la cabeza.

—Significa «nieve» en idioma algonquino, que era el que hablaba la tribu Lenape, los ocupantes originales de esta isla antes de la colonización.

«Nieve» había dicho, y yo pensé que era un nombre bello. Mi madre me lo había puesto, pero ignoraba la historia detrás de él.

Miré al doctor confundida y anhelante.

—¿Por qué estás en Nueva York, Tawi? —me preguntó suavemente.

—Vine a estudiar. Recién llegué ayer mismo, vengo de Oklahoma.

—Tienes ascendencia indígena, ¿verdad?

Asentí. En mi familia sabíamos que corría sangre indígena por nuestras venas, pero no sabíamos mucho al respecto.

—Tawi, creo que estás conectada con este lugar de formas que no imaginas. Creo que lo que viste es cómo era el territorio antes de que llegaran los holandeses y después los ingleses. Esta isla, Manhattan, originalmente se llamó «Manahatta» que significa «isla de muchas colinas» y era el hogar de la tribu Lenape. Lo sé —dijo mientras un brillo especial se instalaba en su mirada—, porque yo mismo tengo ascendencia Lenape, Tawi.

El doctor me pidió que si volvía a experimentar algo así se lo compartiera. Yo le pregunté dónde podía aprender más de los Lenape y me fui con la dirección del Museo de la Ciudad de Nueva York, que se centra sobre la historia urbana de la ciudad, pero reconoce explícitamente que está ubicado en tierras ancestrales Lenape.

Tuve otras visiones parecidas, una en especial me tocó el corazón: caminaba yo por Broadway, cuando reconocí la sensación de que estaba por tener un «episodio»: el dolor de cabeza, el ruido ambiental que menguaba… en lugar de edificios y pavimento, me encontré en un sendero indígena que atravesaba bosques y humedales. Una aldea lenape estaba a un costado y una familia se encontraba afuera de su vivienda, un «wigwam». Esta era una estructura redondeada en forma de cúpula, hecha con un armazón de ramas flexibles y cubierto con corteza de árbol y pieles. La madre cargaba un bebé. El padre y un niño pequeño se alistaban a ir de pesca. Me sorprendió que me vieran, el hombre levantó su brazo en señal de saludo. Sentí mi corazón rebosar de alegría con la certeza de que yo estaba relacionada con ellos. Simplemente, lo supe. Me sobrevino un vértigo, y me así de un árbol. El hombre y el niño corrían hacia mí con rostros de preocupación cuando todo a mi alrededor se desdibujó y la ciudad tomó forma de nuevo. Yo estaba asida de un poste y la gente me miraba con extrañeza. Al menos había evitado el desmayo.

Otro día el doctor, cuya presencia en mi vida se había vuelto entrañable, me invitó a visitar Inwood Hill Park, que tiene formaciones rocosas y cuevas que fueron utilizadas por la tribu y que tienen un gran valor simbólico y arqueológico. Bajo su guía, aprendí mucho sobre el pasado de la ciudad. Él a su vez se alegraba cuando le compartía mis experiencias y me animaba siempre a disfrutarlas.

Con el tiempo me acostumbré a experimentar esas «transiciones» de la vida urbana al ambiente natural que había tenido la isla. Y no solo eso: en ocasiones me sentí perdida con mis estudios, o triste, alejada de los míos, y conjuré a voluntad alguna visión de mi «familia ancestral». Verlos, aunque fuera de lejos, me daba paz y me fortalecía para el día a día. Ya no me desmayaba, aprendí a caminar entre las capas de tiempo, como quien cruza un río invisible que murmura debajo de la ciudad. «Manahatta» me recordaba mi origen, y yo la recordaba a ella.

Autor: Ana Piera.

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35 comentarios en “«Manahatta» me recuerda.

  1. Hola, Ana, qué curioso, siempre se tienen premoniciones con personas, pero creo que no había oído tener esas premoniciones con lugares. Por suerte a la chica no le pasaba nada grave y, como ella dice, solo era cuestión de acostumbrarse.

    Te quedó muy bien.

    Un abrazo. 🤗

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      1. Es un relato magnífico!

        Me encantó. Destacó lo bien que trámites las emociones de la protagonista, y ese juego temporal tan bien logrado. (cuando se ve así misma en su tribu ancestral y casi se desmaya en el presente, pero allá también y su familia va a socorrerle…Ese es un detalle de cruce de realidades Maestro.

        Felicidades.

        Maite-Volarela

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  2. Hola, Ana. Me ha encantado tu relato. Ese cruce entre lo cotidiano y lo ancestral, la forma en que Tawi conecta con la historia de Manhattan y con sus antepasados. Es como si la ciudad misma le hablara desde sus raíces. Me hizo pensar en cuántas historias están enterradas bajo el asfalto de las ciudades, esperando que alguien las escuche.

    Un abrazo 🤗

    Beatriz (Historia)

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    1. Justamente eso que dices al final llama mucho la atención. Caminamos a diario sobre huesos, historias, ecos de personas que tuvieron su tiempo bajo el sol y ya no están. Sería super interesante poder asomarnos a esas vidas y tiempos. Mil gracias por pasarte y comentar. Abrazo fuerte.

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  3. Ana, leí tu preciosa historia tan bien contada de imágenes potentes. Las descripciones de las personas que durante un corto tiempo conversan con Tawi, especialmente el Dr. martín Lenn.

    Hay un suerte de quilibro entre la vida real de Tawi y las ¿ensoñaciones…?, del pueblo de sus ancestros, una comunicación serena entre ambos lugares y situaciones que me resultan muy interesante y no solo literariamente.

    Hay mucho mimo, respeto y cuidado en la manera de contar esta historia tan bonita y profunda.

    me ha gustado muchísimo.

    Gracias, Ana, por este regalazo extra.

    Isabel Caballero (Tara)

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    1. Mil gracias Isabel, aprecio como no tienes idea tu visita y comentario. Esta historia se me ocurrió para el concurso pero iba a tardar en desarrollarla y ya no alcancé a participar con ella, pero quería sacarla de mi sistema jajaja. Abrazos.

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  4. ¡Ah! Y otra cosa que te quería decir, que no quiero que se me olvide. Siempre has escrito bien, pero he notado que cada vez lo haces mejor y mejor. He estado ausente casi una temporada y ha sido toda una sorpresa encontrarme con esta Ana revalorizada en su escritura. ¡Qué bien!

    Isabel Caballero

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    1. Hola Inma, gracias por tu visita. En esta ocasión no me fui a las culturas ancestrales de lo que hoy se denomina México, sino a las que había en Estados Unidos. Allá los colonizadores no se mezclaron con los indígenas, como acá. Los fueron desplazando, diezmando hasta acorralarlos en «territorios indios» Un caso muy triste también pues casi los borran del mapa. En fin, seguimos por whatsapp. Saludos.

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  5. he visto en el enlace que dejaste que es un hospital de especialidad siquiatrica. Así que hemos de suponer, que en uno de esos viajes no vuelve, y se queda su mente en los bosques ancestrales, aunque su cuerpo se quede en el hospital, en la planta de pacientes de «difícil pronostico».

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  6. ¡Hola Ana! Me encantó el personaje de Tawi, quisiera estar dentro de ella, sí, muy adentro y poder descubrir lo que abre cada una de estas sensaciones, de ese «caminar» en otras épocas. Mira tú qué maravilla, justo el otro día pensaba en aquellos que fueron hace siglos, quién los recordaría, qué pasará con nuestras propias vivencias. Este mundo «no común» (o quizá más de lo que pensamos) me prende, me sacude y me emociona mucho. Ana, tu escritura es un lujo y te lo digo de verdad. Bien estructurado me vas llevando y me vas llevando y en una de esas aparezco quién sabe dónde. Ahhh y casi olvidaba darte las gracias por lo de las imágenes. Un muy fuerte y sentido abrazo Ana 💜🌹🤗

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    1. Hola Maty, me da mucho gusto que te haya gustado. Esta historia se quedó en mi cabeza después de haber hecho la de la niñera. Traía a Tawi metida en la «maceta» jajaja. Ahora no me fui con las culturas ancestrales de lo que hoy es México sino con las de yanquilandia, donde desplazaron y diezmaron a su antojo hasta acorralar a la gente en «territorios indios». No se mezclaron con ellos como acá. En fin, qué alegría ver que te gustara. Gracias por tu visita y comentario que valoro un montón. Abrazo fuerte, fuerte.

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  7. Hola Ana. Tu relato es una experiencia profundamente evocadora que entrelaza la modernidad caótica de Nueva York con la memoria ancestral de la tierra. Creas una narrativa que es a la vez íntima y mística. La escena inicial, con Tawi despertando en el hospital Bellevue tras desmayarse en Times Square, establece un tono de desorientación que refleja tanto su estado físico como su desconexión inicial con la ciudad. La descripción del entorno —el olor a antisépticos, las sábanas ásperas, los sollozos y el chirrido de las camillas— es tan vívida que sumerge al lector en la urgencia y el caos de la sala de emergencias.

    Un abrazo

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  8. Excelentes retazos históricos de una ciudad, un país, que se sustenta sobre los restos de Culturas ancestrales, ricas en sabiduría y tradiciones, y que siguen habitando el alma de sus calles. Mal que les pese a todos los que odian a los de afuera, a los distintos, encabezados por un «reyezuelo» de pesadilla. No deja de ser patético que enarbolen su patriotismo, cuando son ellos los que deberían reverenciar a los habitantes primigenios.

    Un relato magnífico, Ana. Como siempre, didáctico y emocional. Cuánto tenemos que aprender de «nuestros» ancestros.

    Enhorabuena. Abrazo Grande.

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    1. ¡Ay, José! de los gringos (su gobierno, porque hay gente muy decente), ya ni tenemos que decir mucho porque ellos solitos se encargan de revelar su verdadero, cruel, racista, clasista YO. Ustedes siquiera los tienen lejos, nosotros somos su patio trasero. Es una no-cultura que desplazó, diezmó y acorraló a las tribus indígenas hasta encerrarlos en «territorios indios». Los despojaron de sus tierras, de su cultura, (que ha sobrevivido de milagro), los orillaron al alcoholismo al quitarles prácticamente TODO. Pero bueno, imaginar lo que era la isla de Manhattan antes de la urbanización bestial que hay ahora, me gustó mucho. Disfruté imaginando las visiones de Tawi. Es verdad que hay mucho que aprender de nuestros ancestros. Mil gracias por pasarte.

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  9. Precioso, Ana. Un relato emotivo y muy evocador, misterioso también, que rescata la historia de otro tiempo y de un mundo previo al actual que lucha por no desaparecer. Me ha encantado.

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    1. Mil gracias Marta, WordPress a veces los pone así, gracias por aclarar que eras tú y gracias por leerlo y comentarlo. Los retos de El Tintero siempre generan relatos interesantes, yo he disfrutado mucho leyéndolos a todos. Abrazo fuerte.

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  10. Hola Ana

    Una vez más, nos traes un relato pedagógico y sensible donde aparecen nuevamente las naciones indígenas originarias para recordarnos que «la historia» empieza mucho antes que lo que cuentan los libros de historia norteamericanos. Y que el eslogan «MAGA» «Make America Great Again» podría ser peligroso para quienes lo usan con tanto orgullo y fanatismo. ¿Te imaginas una América nuevamente grande? ¡Pero de verdad, pre-neerlandeses y pre-británicos!

    Me encantó el personaje de Tawi y su relación con el Dr. Martín Lenn, que le permite descubrir la conexión que la une al pueblo de sus ancestros, a Manahatta, el hogar de la tribu Lenape. Y a manejar sus visiones para conocer más sobre su pasado ¡Precioso!

    Un abrazo fuerte.

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    1. Hola Marlen, ya sabes que me encanta este tipo de relatos donde se muestra un poco que el continente americano no era tierra sin gente ni civilización antes de la llegada de los europeos. Tenían valores que los de allá ya habían perdido y los guiaba realmente la codicia, que desgraciadamente borró culturas ancestrales. Gracias por asomarte a este relato, a mí también me encantó Tawi y me divertí mucho imaginando sus aventuras. Saludos.

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  11. Hermoso personaje construiste, un poco a tí misma proyectada o el anhelo que llevas dentro. Caminar sobre la tierra de nuestros ancestros siempre es muy evocador para el alma, tanto que como a Tawi la hace cimbrar y desvanecerse. Muy dulce relato, con dejo a nostalgia de camino recorrido y que libera sus semblanzas. Abrazo grande Themis

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