Planes de Navidad.

Mi participación en el VadeReto del mes de Diciembre 2024. La única condición es que el relato contagie amor, empatía y solidaridad.

Esa mañana de diciembre, Lucía juntó todas sus fuerzas para salir de su departamento y comprar las pastillas para dormir que le hacían falta. Hacía frío y el viento estaba tan fuerte que hacía aullar los árboles. Alzó la vista buscando al sol, pero el cielo era un lienzo borroneado con grises. Los días por venir se sentían como una losa y estaba muy cansada. «Un último esfuerzo» —pensó, e instaló en su rostro una fachada de alegría y despreocupación para poder entrar y saludar a la dependienta de la farmacia, como si nada estuviera ocurriendo.

—¿Pastillas para dormir? ¿Quién quiere dormir en estas fechas? ¿Ya fue al centro por la noche? ¡Han adornado todo precioso! ¡Con muchas luces! ¡Y hay muchas ofertas también!

Al entregarle el medicamento añadió con voz de comercial: «¡Feliz Navidad!»

—¡Feliz Navidad! —respondió Lucía con una amplia sonrisa en la cara, que se desdibujó de inmediato al voltearse en dirección a la salida. Caminó un poco por la calle y en una esquina vio un puesto de adornos navideños, al mirarlos de reojo, hubo uno que captó su atención.

A Lucía la Navidad no le agradaba. Es más, ni siquiera pensaba «estar» para esa fecha. ¿Qué hacía entonces ella admirando un adorno navideño? Aquella casita de cerámica azul, que cabía en una mano y que tenía una luz interior le pareció extrañamente irresistible. «Al menos no es roja» —pensó y la compró por impulso, aunque todo el camino estuvo a punto de regresarse y devolverla.

Aquella misma noche apagó todas las luces de su departamento y prendió la casita. La oscuridad se desordenó con luces alargadas en forma de cuadrado, proyectadas desde las ventanitas, y desde el minúsculo tejado, salieron estrellas.

Lucía se quedó dormida en el sillón mientras miraba aquel curioso objeto.

La casita por dentro era de madera. Una discreta, pero eficiente chimenea reinaba en la sala de estar. Recostada cuán larga era en uno de los cómodos sillones y con una suave frazada encima, Lucía se sentía extrañamente feliz. Frente a ella un hombrecito bonachón aventó al fuego unos buenos leños y una oleada cálida lo envolvió todo.

—Así está mejor —dijo, y se mesó su larga barba blanca que contrastaba con su tez rubicunda—. ¿Te ofrezco un café? ¿Un té? ¡Quizás un chocolate caliente! Por cierto, me llamo Rafael.

—Estoy bien así, gracias. Yo soy Lucía. Tu casita me parece muy acogedora y confortable.

—¡Gracias! —dijo Rafael sobándose el abultado vientre.

—No sé muy bien cómo es que estoy aquí. No recuerdo cómo entré. Yo soy enorme y este lugar es muy pequeño y tú… tú eres…

—Soy un duende —dijo Rafael muy orgulloso—. Supongo que estás aquí por la magia que abunda en estas fechas.

—Nunca me han parecido especiales estas fechas —dijo Lucía y sus ojos verdes se ensombrecieron.

—Tonterías. Hubo un tiempo en el que hasta «olías» la Navidad. Espera…

Rafael aplaudió dos veces y el ambiente se llenó de un olor especial: una mezcla de notas de pino, especias, dulces típicos, y galletas recién horneadas.

—¡Sí! Ahora lo recuerdo, pero ¿tú como lo sabes? —preguntó Lucía aspirando aquel aroma mientras los recuerdos de su niñez se agolpaban en su cabeza.

—Bueno, soy un duende especial —dijo guiñándole el ojo—. Sé que antes disfrutabas la Navidad y ahora te causa desazón.

—La disfrutaba de muy niña. Al crecer dejó de ser una festividad divertida: el alcoholismo de mi padre siempre nos amargaba el momento, murieron mis abuelos, la familia se fracturó. Para mí son días muy tristes, siento que no tengo fuerzas para afrontarlos y no puedo hablar con nadie de esto porque pareciera que es un sacrilegio no estar feliz. Además, no tengo a nadie con quien compartir, no me casé, no tuve hijos, estoy muy sola.

Rafael se sentó junto a ella y la miró con bondad.

—Tú y yo éramos hasta hace unos minutos unos perfectos desconocidos y ahora estamos aquí, compartiendo, y eso se siente bien, ¿no?

—La verdad es que sí. A ver, cuéntame más de ti —dijo Lucía. Rafael sonrió.

—Bueno, cada Navidad hay objetos y seres mágicos que se distribuyen por el mundo, como esta casita, como yo mismo. Nuestra misión es ayudar.

—¿En serio? ¿De dónde vienen o quién los envía?

—Eso es un secreto y no puedo revelarlo. Ahora mira, me gustaría que intentaras hacer algo diferente en estas fechas. Compartir un poco de tu tiempo con alguien que lo necesite. ¿Lo harías?

—No estoy segura, además ya tengo «planes» para la noche de Navidad, pero lo pensaré.

—¡Que lo pienses ya es algo! —dijo Rafael entusiasmado y le dio unas palmaditas afectuosas en la pierna que resultaron ser un poquitín fuertes.

Lucía abrió los ojos y se sobó la pierna. Seguía sentada en su sillón y enfrente tenía la casita iluminada. Aquel «sueño» se había sentido muy real, también había sido extraño, aunque agradable. Hacía mucho que no soñaba lindo. Se levantó para observar la casita de cerca, el interior estaba vacío excepto por la pequeña bombilla. Intrigada, esa noche dejó migas de galletas y unas gotas de leche en unas tapitas de refresco, junto a la casita. Al otro día sonrió al ver que no quedaba nada de lo que había dejado y a partir de aquel día, siempre dejó algo de comer o beber.

Decidió cambiar sus planes para la Nochebuena: la bolsa con las pastillas las donó a una clínica. Ahí mismo vio un cartel solicitando voluntarios para preparar y servir la cena de Navidad a personas sin hogar, no lo pensó mucho y se apuntó. Aquel año y los subsecuentes, no la pasó sola, la pasó sirviendo a otras personas y departiendo con otros voluntarios como ella. De ese modo, Lucía volvió a sentir el espíritu Navideño.

Autor: Ana Piera.

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43 comentarios en “Planes de Navidad.

  1. Hola Ana

    ¡¡Precioso cuento!! Es una de las mejores cosas que uno puede hacer en estos días, ayudar a otros a sentirse mejor, Es, con mucha diferencia, el mejor remedio para dormir bien y volver a disfrutar de la Navidad y de cualquier momento del año. ¡Felicitaciones por el relato! Un abrazo grande

    Marlen

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    1. ¡Hola Marlen! Gracias… poco se habla de la depresión de mucha gente en estas fechas, pero yo sí creo que ayudar a otros es un gran remedio. Estoy poniéndome al día con las lecturas del VadeReto y empecé al reves jejeje ya llegaré al tuyo. Saludos…

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      1. Hola Ana. Sí, parece que es mejor no hablar de ese tema, como si así desapareciera y ya no hubiera gente que lo pasa muy mal por diferentes motivos. Así que me parece muy bien que lo hayas traído al VadeReto.
        Parece que estas fechas llegan sin que nos demos cuenta y nos pillan. ¡Ya llegarás! Un abrazo.

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  2. ¡Qué preciosidad, Ana!

    Una fábula exquisita que nos cuenta uno de los muchos escenarios que se viven en estas fiestas. Parece que existe la ineludible obligación de sentirse feliz, salir a la calle con una gran sonrisa, dejar los problemas encerrados y sentirse eufórico al verlo todo iluminado y adornado.

    Son muchos los que sienten el peso de la soledad, la depresión, la tristeza, el cansancio… No hay peor propósito que verse obligado a celebrar algo. Por no hablar de la hipocresía de muchos que se olvidan de lo mal que te trataron y cómo te despreciaron durante el año y ahora son todo sonrisas y buenas palabras, para volverse a olvidar cuando llegue de nuevo enero.

    Sin embargo, la gran enseñanza de tu cuento es que la mejor forma de sentirse mejor es ayudando a otros que lo necesiten. La solidaridad, la empatía, la colaboración, son la mejor medicina y la más sana. Por no hablar de la más necesaria en estos tiempos.

    Muchísimas gracias por un cuento tan bonito, lleno de fantasía y enseñanzas.

    Abrazo Grande.

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    1. Hola José, sí, mucha gente la pasa mal en estas fechas pero estoy convencida de que ayudar a los demás es un buen antídoto contra el espíritu «comercial» y de hipocresía que se desata en estas fechas. Gracias por tus palabras y no me canso tambien de darte las gracias por tus retos. Te mando un abrazo fuerte.

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  3. Es precioso, Ana.!!

    Lo he leído con gran interés e intusiasmo, y has descrito de maravilla lo que suponen estas fechas para mucha gente, yo misma, este año, me vi reflejada en tu protagonista. Tal vez me venga un duende como Rafael y me muestre otro modo de celebración, y siendo ayudar… qué mejor propuesta. Tu relato es tierno, y con esa fantasía que una se mete en la historia y quisiera soñar así. Todo es posible.

    Me encantó leerte, Ana.

    Un abrazo grande, y gracias 🙂

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    1. Hola Mila, sí, son fechas de alegría para muchos, pero de estrés, tristeza o de plano de depresión para otros. A mí lo que me molesta es el consumismo exacerbado que se ve y la hipocresía de muchas personas. Sí creo que un buen plan es no pensar tanto en uno mismo, sino ver por otros, eso ayuda mucho. Gracias por leerlo, te mando un abrazo fuerte desde México.

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  4. ¡Hola!

    Me ha encantado esa casita pequeña que reparte luces de colores por la habitación, por un momento, cuando contabas la historia de lucía he pensado «Qué triste, no cumple con las normas!, pero le has dado un giro genial, solidario y entrañable. Realista.

    hay una frase que me ha encantado «el cielo era un lienzo borroneado con grises» es como ver el cielo, tal cual. Maravillosa.

    Saludos

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  5. ¡Hola!

    Me ha encantado esa casita pequeña que reparte luces de colores por la habitación, por un momento, cuando contabas la historia de lucía he pensado «Qué triste, no cumple con las normas!, pero le has dado un giro genial, solidario y entrañable. Realista.

    hay una frase que me ha encantado «el cielo era un lienzo borroneado con grises» es como ver el cielo, tal cual. Maravillosa.

    Saludos

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  6. ¡Hola!

    Me ha encantado esa casita pequeña que reparte luces de colores por la habitación, por un momento, cuando contabas la historia de lucía he pensado «Qué triste, no cumple con las normas!, pero le has dado un giro genial, solidario y entrañable. Realista.

    hay una frase que me ha encantado «el cielo era un lienzo borroneado con grises» es como ver el cielo, tal cual. Maravillosa.

    Saludos

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  7. Muy bonito Ana. La Navidad es un sentimiento y no lo que a menudo vemos por las calles, compras, gastar un dinero que a veces no se tiene, la hipocresía de la sociedad. Hemos de pensar en quiénes lo pasan mal, echan de menos a sus seres queridos, caen en depresiones o simplemente están solos. Con duende o sin él, hay muchas personas a las que poder ayudar. Un texto que nos impulsa a poner en práctica la solidaridad y la empatía que no debemos perder nunca. Enhorabuena y mi abrazo.

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  8. Precioso cuento Ana. La historia encarna el espíritu de la Navidad que provoca y saca de las personas el lado más humano y amable.

    Aprovecho para desearte una Felices Fiestas y salud para disfrutarlas junto a tus seres queridos.

    Un abrazo desde la otra orilla.

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  9. Es preciosísimo… Un cuento para niños y grandes. La idea de la casita es un acierto enorme, lo hace mágico, singular… Tocas también temas duros y difíciles como la soledad y la dureza de una vida marcada por la tristeza. Pero la magia siempre está… a veces muy oculta… pero llega y hace despertar una lucecita en los corazones. Dar y recibir son una misma cosa.

    Me encantó tu cuento. Felicidades y que tengas un año muy hermoso 🙂

    Maite-Volarela

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  10. Buena entrada de año; Ana.

    Qué bien que cambió sus planes de Navidad, y pudo superar su tristeza y disfrutar esa y las navidades futuras ayudando a los demás, y ayudándose a sí misma.

    Los sueños pueden ser reconfortantes.

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  11. Una bonita forma de expresar el espíritu navideño a través de una historia nada convencional, que transmite en mi opinión con mucho acierto el mensaje de paz y concordia propio de estas fechas. Me hace pensar también en el aislamiento, voluntario o no de muchas personas que están solas en estos días. Aunque la protagonista dice tener «planes», da la sensación de que con su vacío interior.

    Hubo un período de tiempo siendo niña en el que sí disfrutaba de la Navidad. Por eso quizá sea mejor vivir la Navidad con los ojos de un niño.

    Enhorabuena.

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  12. Ana, este relato me ha tocado de verdad.

    Has escrito una historia donde el cambio no viene desde lo externo, sino desde lo más íntimo, desde esa grieta pequeña por donde se cuela la luz. La transformación de Lucía se siente sincera, sin moralina, sin grandes fuegos artificiales. Solo una casita azul, una charla inesperada y un gesto que lo cambia todo. Eso, en narrativa, es dificilísimo de lograr, y tú lo consigues con una naturalidad que emociona.

    Me ha encantado cómo manejas el simbolismo: la bombilla solitaria en la casita como esperanza silenciosa; las migas, la leche, como gesto de apertura al otro, casi infantil, pero muy profundo. Y Rafael… qué bien dosificado está. Nada de caricatura: es un catalizador amable, sabio sin grandilocuencia, que acompaña en vez de empujar.

    Los cambios sensoriales que introduces son de los que dejan eco: pasamos del gris frío del exterior a la calidez aromática del interior de la casita, como si Lucía volviera a respirar por primera vez en años. Esa escena está cargada de verdad emocional, y me ha parecido uno de los momentos más potentes del texto.

    Y si te soy sincero… me he quedado con ganas de ver cómo fue esa primera cena como voluntaria. Solo un momento, una imagen, un pequeño cierre visual que mostrara el encuentro con los otros desde esa nueva versión de sí misma, quizás una frase o un pequeño epílogo. Pero eso ya es percepción lectora, porque tal como está, el relato es redondo y es posible que perdiera con este cambio la fuerza con la que cierra el relato.

    Gracias por compartir esta historia con tanta delicadeza, con tanto respeto por la fragilidad y la esperanza. De las que se quedan. De las que hacen bien.

    Un abrazo enorme,

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    1. Muchísimas gracias Miguel por tu lectura y comentario. Aprecio mucho todas tus observaciones. Ese VadeReto fue bastante especial porque ese relato me costó un montón escribirlo jejeje. Gracias por leerlo, abrazo fuerte.

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