El Sabor del Poder.

Mi segunda participación para el VadeReto de Junio, con el tema: «La receta».

Es de madrugada y todas se están levantando. Yo estoy hecha trizas, no creo haber dormido más de tres horas. Recuerdo haber llegado ya muy avanzada la noche, después de un viaje de días caminando desde mi pueblo hasta Tenochtitlan. Me hicieron entrar en un recinto amplio, bien encalado y de techo alto, iluminado débilmente por unas antorchas. Ahí dormían muchas mujeres sobre petates. Yaotl, el hombre que me trajo, me explicó que eran las cocineras reales. Una vez que me indicó un lugar, me derrumbé ahí. Mi cansancio me hizo ignorar el dolor de mis pies ampollados y doloridos y caí en un sueño profundo.

Esta mañana, todo me es extraño: la prisa, la sofisticación de los aposentos, amplios y bien equipados, las personas tan solemnes.

—¿Así que tú eres la nueva?—. Aquella mujer mayor, de vientre abultado, que sonríe burlona y con un aire malintencionado mientras me pregunta, es Citlalli, la jefa de las cocineras y la amabilidad no parece ser su fuerte. —Yaotl me dijo que sabes cocinar. Debe ser verdad, si no, no te hubieran traído de tu pueblo apestoso para cocinar en la casa del gran Tlatoani Moctezuma. Veremos qué tan buena eres.

El envoltorio frente a mí se siente ominoso. Es un paño blanco de algodón con manchas de sangre fresca proveniente de lo que sea que se encuentra en el interior. Lo desenvuelvo con cuidado, consciente de que las miradas del personal de cocina están puestas en mis movimientos. Al deshacer el último nudo no puedo evitar dar un salto hacia atrás, lo que tengo frente a mí es un muslo humano ensangrentado, todavía con piel y vellos.

Escucho las risas y cuchicheos de los que apostaban por mi reacción. Citlalli se acerca y me dice de mal modo:

—¡Prepara un tlacatlaolli para el Tlatoani! ¡Ni se te ocurra probar nada o lo pagarás con tu vida!

Asiento atolondrada. A decir verdad, nunca he preparado el tlacatlaolli, pero sí sé lo que lleva: agua, maíz y carne. Tampoco he cocinado, ni he visto cocinar nunca carne humana, ¿qué tan difícil puede ser? Desde niña aprendí de mi madre el arte de la cocina y con el tiempo demostré que tenía una habilidad especial para ello. Cada vez que los militares mexicas pasaban por mi pueblo, mi madre y yo fuimos las encargadas de alimentarlos. Así me conoció Yaotl, un jefe militar quien sugirió que yo los acompañara para servir como cocinera del rey en la capital. Mi madre sabía que aquella «sugerencia» era en realidad una orden, y con los ojos arrasados de lágrimas me pidió que no me negara.

Con asco levanto el muslo para llevarlo a lavar y me sorprendo observando unos tatuajes que llaman mi atención. Mi mente retrocede a un día aciago, cuando trajeron los cuerpos de mi padre y de mi hermano mayor, asesinados mientras trabajaban la milpa.

—¿Quién los mató?—. Preguntaba mi madre entre lamentos.

—El «guerrero de los mil tatuajes» —dijo mi tío—. A ellos y a otros más. Ya se dio aviso a la guarnición mexica para que vengan a poner orden.

Mi madre y yo quedamos devastadas. Yo no podía imaginar la vida sin mi querido padre y sin mi hermano. El dolor de la orfandad mordió mi corazón y ya nunca lo soltó. Respecto al asesino, se sabía que era un guerrero de la etnia tarasca, fiero y hábil con las armas y que todo su cuerpo estaba decorado con tatuajes geométricos, los mismos que estaba yo viendo ahora en aquel pesado muslo, al que debía quitarle la piel y luego ponerlo a cocer en agua.

Una vez desollado, aviento la pieza a la olla, con ganas, todo resquemor me abandona, siento placer de ver la carne del asesino de mi familia cocerse furiosamente en la olla de barro. Mientras se cuece, en otro cazo pongo maíz cacahuacintle a cocerse por dos horas con agua y cal viva para que se ablande, poder retirarle la piel y las «cabecitas» de cada grano, lo cual es un proceso laborioso. Luego, se seguirá cociendo y cuando esté listo, el maíz «reventará», ese es el momento en el que ya se puede agregar a la carne, que para entonces debe estar muy blanda y desprendiéndose del hueso.

Uno de los mayordomos, de cara bondadosa, se me acerca. Sabe que soy nueva y quiere hacer plática:

—¿Sabes por qué han traído esta carne para que la prepares? —sin esperar respuesta continúa—. Este muslo es del guerrero Zuanga, capitán de un regimiento enemigo, responsable de muchas incursiones en territorio conquistado por nosotros. Lo capturaron vivo y anoche lo sacrificaron en el templo de Huitzilopochtli, su energía vital alimentará al Sol. El resto del cuerpo será cocinado y comido en casa del guerrero que lo capturó. Han mandado este muslo a nuestro gran Tlatoani como muestra de respeto, y ya que el sacrificado, una vez muerto, pertenece a la divinidad, a la fuente de toda vida, su ingestión es una fuente de la energía originaria, aquella que mantiene con vida al universo. Siéntete muy honrada de estar cocinando esta ofrenda para nuestro rey.

Lo veo alejarse mientras agrego sal y especias. No puedo dejar de pensar en la muerte de Zuanga y lo que eso significa para mí. Una idea se clava en mi mente: comer su carne. Sus acciones trastornaron mi vida y, sería justo que yo, al igual que Moctezuma, pudiera beneficiarme de su energía. Hay un problema, no se puede siquiera probar la comida que viene como ofrenda ritual para el soberano. Miro la carne que baila al ritmo del agua en la olla, hay partes que se han separado ya del hueso, ¿quién echará en falta un pedacito? Observo a mi alrededor, las otras cocineras se encuentran cada una trabajando en sus repectivos guisos, pero los ojos de Citlalli están fijos en mí y en mis movimientos. No será fácil.

El mayordomo que anteriormente me explicó sobre la muerte de Zuanga ha regresado. Le gusta conversar y parece que le agrado. Noto que mientras él platica conmigo, la jefa de cocineras se relaja y atiende otras cosas. El mayordomo se llama Tepiltzin y me platica que al gran Tlatoani se le ofrecen a diario unos trescientos platillos que se acomodarán en braseros para que estén calientes y listos para comer. Gallinas, faisanes, palomas, liebres, conejos, patos, venado, codornices, guajolote, perdices y otras aves, guisadas de diferentes maneras, componen el menú. Lo escucho con interes y le hago preguntas, lo distraigo, y de forma muy casual muevo con una cuchara la olla y sin que nadie se dé cuenta, aparto un buen trozo de carne que oculto tras unas jícaras. Noto mi corazón acelerado, casi no puedo creer lo que acabo de hacer.

Ha llegado el momento de integrar todo. Tepiltzin sonríe al constatar el grato olor que se desprende de la preparación. Tengo que confiar en mi habilidad para sazonar, pues ni siquiera el caldo pude probar.

A estas alturas la cocina se ha vuelto un hormiguero. Tepiltzin se pone a dar órdenes a diestra y siniestra, todo ha de salir perfecto. Un grupo de jóvenes muy agraciadas, sale para disponer los petates y esteras donde se ha de sentar el Tlatoani y sus invitados. Citlalli se asegura que a las mujeres que se pondrán a hacer tortillas en una esquina del comedor real, no les falte nada. Hay un problema con la cantidad de masa de maíz y sale a arreglarlo. Tepiltzin se disculpa conmigo, debe llevar las servilletas de manta nuevas y sin usar para la ceremonia del lavado de manos y también para que el rey se limpie los labios. Una vez usadas se desecharán y nadie las podrá volver a usar. Otras personas llevan la vajilla, de dos diferentes tipos de barro, así como copas de oro. Es el momento que aprovecho para tomar entre mis dedos a Zuanga y metérmelo en la boca. «¡Te capturé!», pienso. Lo mastico disimuladamente, pero con deleite. En verdad quedó muy bien. Sé de primera mano que no acabaré en desgracia por haber guisado mal el Tlacatlaolli.

Imagino que la fuerza de Zuanga ahora corre por mi cuerpo, me siento capaz de enfrentar todo y también me parece que he vengado a los míos. No puedo dejar de pensar que hoy probé lo mismo que comerá el gran Tlatoani Moctezuma, y eso no es poca cosa. Citlalli ha regresado a la cocina y me reprende por sonreír como una boba.

Autor: Ana Laura Piera.

Glosario:

Tenochtitlán: la capital del imperio mexica (mal llamado azteca).

Moctezuma: Moctezuma Xocoyotzin fue «huey tlatoani», (que significa: gran gobernante, gran orador) de México-Tenochtitlán y emperador del imperio mexica. Durante su reinado se dio el primer contacto entre una nación europea, la Corona de Castilla y naciones mesoamericanas. Su imperio fue conquistado por los españoles y tlaxcaltecas bajo el mando del capitán Hernán Cortes.

Petate: estera tejida de hojas de la palma llamada «palma de petate»

Tlacatlaolli: es el precursor del actual «pozole» que se come sobre todo en las fiestas de la Independencia de México. Se sigue haciendo con maíz cacahuacintle y carne de cerdo. Hay diferentes formas de prepararlo: rojo, verde, blanco.

Milpa: Sistema agrícola tradicional conformado por policultivo. La especie principal es el maíz, se acompaña de distintas especies de frijol, calabazas, chiles, tomates,

Huitzilopochtli: Deidad mexica de la guerra.

Jícaras: Cuencos de arcilla o elaborados a partir del fruto del jícaro

Notas:

¿Quiénes fueron los mexicas?

El imperio mexica floreció entre el 1345 y 1521 d.c. y su máxima extensión cubría la mayor parte del norte de Mesoamérica. El estado mexica estaba centrado alrededor de la expansión militar y del predominio político sobre otros pueblos.

Hacer juicios basados solo en el tema de la antropofagia RITUAL, y desde nuestro concepto moderno de moral y ética no es justo. Hay que considerar también otras cosas en las cuales los mexicas destacaron, algunos ejemplos:

Sistema de escritura que les permitió la administración de un Estado complejo.
Educación obligatoria.
Poesía, pintura, arte plumario, música.
Medición del tiempo mediante un calendario.
Sistema legal complejo con tribunales y jueces.
Arquitectura monumental.
Obras de ingeniería hidráulica, como acueductos.
Herbolaria y medicina.
El chocolate.
Joyería de alto nivel en oro y plata, filigranas.
Técnicas agrícolas novedosas como las «chinampas»
Fútbol al estilo mexica con el «juego de pelota»
Obtención de tinte rojo proveniente de insectos como la cochinilla.

Mi relato en la revista digital Masticadores.

https://bloguers.net/votar/AnaPiera68

https://bloguers.net/literatura/el-sabor-del-poder-cuento-corto/

39 comentarios en “El Sabor del Poder.

    1. Hola, muchas gracias por pasar y comentar. Es un tema difícil. En nombre de la religión se han cometido siempre barbaridades, no importa de qué lado del charco hablemos jajaja. No creo que estemos viviendo en tiempos más «civilizados» porque como dices solo algunos privilegiados gozamos de ese sentido de seguridad, y las atrocidades modernas son el pan de cada día. Te mando un abrazo.

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  1. Hola, Ana, como diría José Antonio (y espero lo diga), menudo regalazo nos has hecho. Un texto impregnado de tu cultura, de tradiciones, de términos, de personajes y de historia que, además, luego nos explicas… Muy bueno. Y da igual si se cocina mal o bien, lo importante es la intención (bueno, siempre y cuando no se queme, jeje).

    Un abrazo. 🙂

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    1. Hola Merche, la verdad dudé un poco con el tema, porque es un tema difícil, tabú y saber que en el méxico antiguo pasaban estas cosas no es fácil de aceptar, (de hecho hay negacionistas a pesar de toda la evidencia arqueológica que hay). El que no nos guste (a nuestros ojos modernos), no significa que no pasó. Quise hacer este relato para que se entendiera un poco en qué circunstancias sucedía. En fin. Muchas gracias por leerlo y comentar, lo aprecio mucho. Abrazos.

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  2. Hola, Ana.

    Lo primero, primerizo, de todo, es que he conseguido obtener con este VadeReto lo que pretendía de tu relato. Que nos dieras una lección de historia, gastronomía y costumbres de «tus» Mexicas. ¡Y vaya si lo has logrado! ❤️

    Regalazo es poco. He tardado mucho en leerlo porque me he ido parando en cada enlace, empapándome de todo lo que he podido, y mi memoria me permite, para seguir leyendo con el contexto adecuado y metiéndome hasta el cuello en la historia.

    ¡Es un relato alucinante! 🥰🥰🥰

    Tienes muchísima razón en que no debemos juzgar los rituales ancestrales según nuestra «moderna» moralidad. Cada situación debe ser entendida según su tiempo y localización. Yo no me escandalizo de estas cosas, al contrario, me maravillo del misticismo, la tradición y la normalidad en que eran llevadas estas costumbres. Pueden parecer aterradoras, pero hoy en día se realizan mayores desmanes solo por intereses económicos y expansión geográfica y se admiten sin decencia. (Y no voy a nombrar uno porque son muchos).

    Ni que decir tiene que me han encantado todos los enlaces y alusiones a esos términos tan complicados de decir. Yo me atoro con dos consonantes seguidas, imagina con las que pueden llevar tus nombres. 😅😂

    Hay una palabra que me ha sorprendido mucho porque se usa mucho por mi tierra (la usaba mucho mi padre): Petate. Aunque aquí se hace más con el significado de bolsa para el equipaje, sobre todo, las que usaban los soldados para ir a la mili. Creo que hoy en día puede ser sinónimo de mochila.

    Con respecto a la receta, no creo que nadie me deje su muslo derecho para practicarla. 😝😂
    Me ha hecho gracia lo que cuentan en uno de los enlaces: «cuando los españoles prohibieron los rituales a los dioses mexicas, se sustituyó la carne humana por la de cerdo, que en textura es similar». La próxima vez que me coma un filete de cerdo me sentiré un Tlatoani. 😜🤣

    Tendría tantas cosas que decir sobre este relato que me expulsarían de los comentarios por abusón. Solo añadir que la narración es maravillosa, consigues meternos en la historia y hasta olerla. Además de lograr que una escena que podría parecer espeluznante, se convierta en una delicia narrativa que nos transmite toda la mística de tu pueblo.

    Mil gracias son pocas.

    Abrazo enorme.

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    1. Muchas gracias José. Como le decía a Merche, dudé un poco por el tema pero quería presentarlo de forma que se entendiera bajo qué circunstancias sucedía. No era una situación normal que todos hicieran. No había escasez de fuentes de proteínas jajaja. Todo era místico y parecido a la «transubstanciación» de los ritos católicos, claro que mis mexicas eran bien sangrientos jajaja. No lo hacía todo el mundo, era algo reservado para las élites militar, religiosa y para el Tlatoani. Si, se dice eso, que la carne de cerdo es similar a la nuestra. Y bueno, ahora el pozole se hace con cerdo y es super rico.
      Gracias también por leer los links e interesarte por entender.
      Tus retos que nos impulsan a escribir cosas que bajo otras circunstancias quizás no lo haríamos. Te mando abrazo de vuelta.

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  3. Hola Ana, una muy buena presentación de los mexicas, en un relato que no le falta nada, menos aún de esa cocina, tan especial que tenían donde diario hacían numerosos platillos no solo para el Tlatoani, sino para todos los dirigentes y los que estaban a su servicio, una verdadera pirámide gastronómica. Muy buena esa puntada de ella probando lo prohibido, Gracias por traerlo, abrazo grande

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  4. Hola Ana Piera, escribiste un hermoso relato, con las tradiciones de los pueblos originarios, que como bien decis en el apartado, no se puede juzgar pues eran sus tradiciones y creencias, al igual que los sacrificios.

    Es un relato muy bien logrado y realmente me gusta mucho, un abrazo.

    PATRICIA F.

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  5. Cada pueblo conserva unas tradiciones propias que no podemos esperar compartir, como mucho entenderlas, pero además hay tantos matices en tu relato, tantas notas históricas maravillosamente descritas, que su lectura invita a conocer más acerca de los méxicas, sus líderes, costumbres… Tu escrito es un alarde del arte de escribir, planteando una historia que describe perfectamente la realidad de de la protagonista, una realidad que como lector visualizas y te crees a pies juntillas.

    Excelente Ana. Enhorabuena.

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  6. Inquietante la receta y también su cocinera! Je, je! Y que difícil cumplir la prohibición de no probar ese apetitoso plato, y no poder sentir el placer de comerse a su enemigo para completar la venganza! Ja, ja! Un relato genial Ana! Un abrazote!

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  7. Hola Ana

    Me encanta leerte y este relato es tan apasionante, no sólo por todo lo que nos cuentas y nos enseñas sobre las civilizaciones originarias de América, sino por la forma en que me haces entrar en el cuento y vivirlo como si estuviera allí. Lo he leído varias veces saboreándolo a gusto.

    Me ha gustado mucho todos los enlaces que nos instruyen a la vez que nos permiten meternos en la piel de los protagonistas. Te has atrevido con el tema del canibalismo, que puede levantar ampollas. Me parece muy importante recordar que no debemos juzgar estos temas según nuestra moralidad actual. Cada acto debe ser entendido de acuerdo a su ubicación y tiempo. En una civilización como la que vivimos, me pregunto si aquellos que se escandalizan por estas costumbres, lo hacen también por las violencias de todo tipo que se ejercen actualmente sobre los más vulnerables.

    ¡Excelente Ana, gracias por la master class! Y, como guinda del pastel, le ofreces a la protagonista el placer de la venganza. Al comer su carne, la fuerza, las energías de su enemigo invaden su cuerpo, y se siente capaz de enfrentar todo lo que de ahí en adelante pueda ocurrirle. Por otro lado, ofrece a su familia la venganza de aquel que mató a su padre y a su hermano, cerrando el círculo de la vida. Pero además, y no es poco, come lo mismo que comerá el gran Tlatoani Moctezuma, el plato que muy pocos podrán probar en su vida. ¡Chapeau!

    Un abrazo grandote.

    Marlen

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    1. Hola Marlen, mil gracias por tu generoso comentario. La verdad es que sí le dudé con el tema porque no es fácil. Una, porque como mexicana yo misma me he cuestionado acerca de estas prácticas. ¿Cómo es posible que una de las civilizaciones más importantes y avanzadas de su tiempo en mesoamérica haya incurrido en cosas así? Es la trampa de juzgar desde los valores actuales cosas que sucedieron en el pasado. Traté de explicar un poquito el tema dentro de la trama del relato. Me alegro que lo hayas disfrutado y te agradezco el tiempo de comentar. Abrazo de vuelta.

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      1. Hola Ana

        Pues hiciste muy bien en encarar el tema, no hay que tener miedo a encarar los temas tabúes. No hay que auto-censurarse. Desde luego, es lógico cuestionarse ciertos temas, pero ante todo hay que explicar las razones en las que creemos (no juzgar con nuestra moralidad actual) y cada cual que tome sus propias decisiones.

        Que pases lindo día.

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  8. Ana, como siempre un LUJO leerte. No sé dónde andaba yo que no ví esto desde el 12 de julio, lo bueno es que llegué. Es fabuloso que te hayas atrevido a exhibir esto, por duro que haya sido. Nos sumerges en ese mundo y en esas mentalidades, que bien que fueron realidades. Ya yendo al fondo, bárbaro el tema de la antropofagia y de la venganza que ella considera consumada por la realización de este platillo. Y se nota, siempre, tu amor por lo nuestro. Porque eso es, ¡Lo nuestro! Aunque se vuelva universal. Te aplaudo y te felicito de corazón. Gracias por esto! Un gran abrazo.

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    1. Muchas gracias Maty, siempre son bienvenidos tus comentarios y me encanta saber que te agradó. Sí, es un tema «difícil», la verdad dudé un poquito porque hasta una como mexicana da «cosa», pero pasó y tiene su explicación. Yo quise un poco como explicar el por qué , he recibido buenos comentarios y me da gusto. Por favor, si alguna vez observas un error o algo fuera de lugar confío en que me lo dirás, solo de esa manera uno puede mejorar. Mil gracias Maty.

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  9. He disfrutado de veras con tu relato. Me ha encantado el tinte histórico en el que has envuelto la trama y la forma con la que has plasmado lo que le sucede a la protagonista. El glosario con el que nos has obsequiado es un buen complemento para conocer un poco más la cultura de ese imperio relacionado con la narración.
    ¡Excelente trabajo!
    Gracias por compartirlo.
    Un abrazo.

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