Resurrección – Cuento Corto.

Mi participación en el VadeReto del mes de Junio, con el temá «oráculo»

—¡Huiste niña! ¿Valió la pena?

—¿Me conoces?

Había entrado a la tienda de la adivina itinerante en busca de un remedio o una explicación a los extraños síntomas que venía experimentando. Aunque al entrar, deseé no haberlo hecho. Era un lugar oscuro y claustrofóbico. Comencé a sudar y por momentos sentí náuseas. Una anciana de mirada ladina y cabellos largos, blancos y desordenados, que asemejaba más una hechicera, parecía esperarme.

—Tú y yo ya nos conocemos, aunque no quieras recordarlo. Me llamo Maurila— dijo con voz rasposa.

Es la primera vez que te veo —respondí molesta, a mí no me iban a decir cosas que no eran. Me volví hacia la puerta para salir.

—Te llamas Laira, y sueñas que sales con mucha dificultad de la negrura, a tu alrededor solo hay muertos.

Tragué saliva, conocía mi nombre y el sueño recurrente que me estaba atormentando. Bueno, después de todo era una adivina, pero al parecer, sí era una de las buenas. Voltee para mirarla.

—No has querido enfrentar tu destino. Sentenció.

—¿De qué hablas? —dije, secándome la frente con el dorso de la mano.

—Hace dos años tres guerreros legendarios fueron despertados de entre los muertos para ayudar a salvar la ciudad de Fadonia, luego, solo dos regresaron a sus tumbas. Tú te negaste a volver a los brazos de la muerte y elegiste no recordar nada, pero nadie burla al destino, niña, nadie.

Casi de inmediato mi mente conjuró escenas que se me antojaban ajenas, a pesar de, en el fondo, saber que yo las había experimentado: la deliciosa, vivificante, sangre recién recolectada de guerreros vivos filtrándose en una tumba. Un cuerpo, no del todo consumido, abriéndose furioso paso a través de la tierra hasta emerger en medio de la noche fría. Presentir, temblando de placer, el cielo nocturno, pues desde unas cuencas oculares, casi vacías de tejido, no se podía ver gran cosa. Esa mujer, Maurila, frente a mis despojos, pronunciando un hechizo impronunciable que restauró mi cuerpo. Más tarde, una batalla que trajo el triunfo, días de alegría y celebraciones, y luego…

—Te fuiste, subiste a tu caballo dejando atrás tus insignias de guerrera y nadie supo de tu paradero —en su voz había reproche—. Nadie, excepto yo, que te he seguido de cerca. Mírate ahora, el tiempo extra que has tomado a la fuerza, tiene un costo, ya no puedes comer y estás casi en los huesos, apenas toleras beber agua, las fuerzas te abandonan, y, ¡esos sueños! Créeme, no tendrás paz hasta que regreses a donde perteneces.

—No quiero regresar —dije débilmente— ¡No soporto la desolación del sepulcro! La vida es demasiado preciosa. Me preguntaste si había valido la pena. ¡Sí! ¡Mil veces sí! Por sentir el aire y el calor del sol sobre mi piel, lo volvería a hacer. No quiero privarme de eso ni de todo lo que aún no he podido volver a experimentar.

—¡Debes hacerlo! De aquí a ocho años te volveré a despertar, pues Fadonia nuevamente necesitará toda la ayuda posible. Volverás a saborear la vida, será un periodo de gracia, unos días de plenitud, una dádiva negada a la mayoría, y luego…

—¡Regresaré a esa horrible tumba!

La mirada de Maurila ahora se había suavizado con una mezcla de lástima y ternura. Puso frente a mí un frasco de cristal con un líquido blancuzco dentro.

—Bébelo, te prometo que la transición será indolora. Yo me ocuparé de tu cuerpo.

—No… —mi voz sonó como el débil aullido de un animal moribundo.

—Si no lo haces, de todas maneras te alcanzará el destino, mas no habrá nadie que haga lo necesario para asegurar que puedas volver. Donde te pille la muerte, ahí quedarás y no podrás nunca más salvar a tu amada ciudad.

Durante un rato que se me antojó una eternidad miré el frasco, luego lo tomé con manos temblorosas, lo acerqué a mis labios.

—Prométeme algo —le supliqué—, entiérrame de nuevo en Fadonia. Busca un lugar alegre, al que nunca le falten las flores, donde me llegue el bullicio de la vida.

—Lo prometo —dijo Maurila—. No te preocupes, nos volveremos a ver. Los muertos no tienen consciencia del tiempo, aunque, lamentablemente, sí de su estado. Descansa. Confía en mí. Volverás a ver la luz de un nuevo día.

Bebí la pócima y me deslicé suavemente en la muerte, a la espera de mi siguiente resurrección.

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Autor: Ana Laura Piera.

30 comentarios en “Resurrección – Cuento Corto.

  1. Hola, Ana.

    Un cuento lleno de fantasía que invita a imaginar mil historias protagonizadas por esas mujeres. Una, capaz de resucitar a los guerreros; la otra, capaz de pelear con la mismísima muerte. Muy bueno.

    Muchas gracias por ofrecerlo al VadeReto.

    Abrazo grande.

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  2. Me ha gustado mucho el argumento del relato, es un asunto preocupante encontrar un lugar adecuado para descansar una eternidad. Seco, bien ventilado, con hermosas vistas y compañía dispuesta a compartir algunas historias cuando se preste la ocasión. Un abrazo.

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  3. Ya sea una resurrección cada ocho años o recurrente, el camino de la guerrera estaba ya trazado. La pitonisa es en realidad una medium que intercede entre los muertos y el mundo de los vivos. Consigues trasladar con tu relato una imagen más que interesante de un regreso a la vida necesario para salvar una ciudad, que además necesitara volver a ser salvada a los ocho años.

    El nº 8 es símbolo del equilibrio entre fuerzas antagónicas. También representa el eterno movimiento que dentro del cosmos es la base de la regeneración y del infinito.

    Estupendo relato, Ana.

    Felicidades.

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  4. Qué bueno, Ana!! Me encanta este relato fantástico de inconformidad con la muerte y de resurecciones sucesivas. Es muy original. También me han gustado mucho los nombres que has elegido para los dos personajes: Maurila y Laira, son muy bonitos y quedan muy bien dentro de esta historia en la que la adivina restaura el equilibrio. Me da pena Laira a quien le gustaría vivir más tiempo y no tener que esperar a ser resucitada. Espero que en un futuro se resucitada para siempre y pueda disfrutar de la vida tanto como desea. Un abrazo!!

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