
Primero les mostró los secretos del terribe Necronomicón, luego les hizo leer la Biblia Satánica. Conforme caían los velos, más deseaban profundizar en aquel conocimiento. Con el Malleus Maleficarum y el Manual de Múnich aprendieron las artes oscuras de sabias brujas y legendarios magos.
El tribunal determinó que aquel monje de oscuros orígenes corrompió a los novicios. Todos, incluído él, fueron condenados a morir en la hoguera. Sus cuerpos, al ser abrasados, liberaron el conocimiento prohibido en forma de espeso humo negro que acabaron entrando en los acusadores y el pueblo que observaba.
Se multiplicaron los maestros, la doctrina viajó a lugares lejanos y aquello ya no lo pudo parar nadie.
Ana Laura Piera Amat / Tigrilla
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