Frugívoro – Microrrelato.

Mi participación en el reto de octubre de Escribir Jugando. Condiciones: inspirarse en la carta, incluir el elemento del dado: «manzana» y opcional incluír algo relacionado con un violín. No más de cien palabras.

—¿Qué tenemos aquí? —preguntó el forense.

—Masculino. Derrame cerebral. Químico de profesión. Toda su vida se alimentó de manzanas. Tomaba suplementos para lo demás.

—¡Inconcebible en un hombre de ciencia! ¡Pobre estúpido! ¿Me pone música por favor?

El lamento de un violín solitario inundó la fría morgue.

—Escalpelo… Gracias.

Tras un rato de cortes, mediciones y apuntes, se oyó la voz incrédula del asistente.

—¿Doctor, está usted viendo lo mismo que yo?

En la cavidad torácica, en vez de corazón, había una manzana enorme, amarillenta y ajada. Desde un orificio, un verde gusanillo, gordo y viejo, se asomaba curioso.

100 palabras.

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Autor: Ana Piera.

Nueva experiencia Airbnb – Microteatro

Mi participación para el reto del microteatro del mes de septiembre de la compañera Merche Soriano, quien desde su blog nos hace la siguiente propuesta: escribir una pieza de microteatro con el tema «vacaciones».

Escenario: el interior de un pequeño departamento de Airbnb.

Personajes:

Andrea (la huésped, española)

Marta (la anfitriona, argentina)

Pancho (mexicano)

(Indispensable que todos los personajes tengan el acento de su «país»)

Marta y Andrea entran a la estancia, Andrea lleva sus maletas.

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Marta (tablet en mano, con voz de anuncio): ¡Bienvenida a la nueva experiencia de Airbnb! Espero le guste el departamento y pase unas vacaciones inolvidables. Ya solo falta que me indique el tipo de familia que le voy a mandar.

Andrea (observando todo): El lugar es como lo describió en el anuncio, eso está bien. Pues mire, me gustaría un esposo e hijos africanos, algo exótico.

Marta (Checa en su tablet, pone cara de frustración): Siento no poder complacerla, los africanos tienen mucha demanda estos días, ¿alguna otra preferencia?

Andrea (decepcionada): Si no hay disponibilidad, mándeme un marido mexicano y omita los hijos.

Marta (Checando su tablet): El marido mexicano está disponible y usted está de suerte, pues es un experto en comida y bebida de su país.

Andrea: Pero si estamos en Argentina, me gustaría que supiera de gastronomía local, no tanto mexicana.

Marta: Si gusta le busco un argentino

Andrea (resignada): No se moleste, mándeme al mexicano.

En ese momento se escucha que tocan fuerte a la puerta.

Marta: Mire, gracias a nuestro «servicio express» su marido para las vacaciones ya se encuentra a la puerta.

Marta va y le abre a un hombre bajito, moreno, con un bigote a lo Emiliano Zapata, viene vestido muy festivo con los colores de la bandera de México, con sombrero mexicano y una botella de tequila en una mano y un six de cervezas Corona en la otra.

Pancho (al entrar, da un grito de mariachi que espanta a Andrea).

Marta (como dando explicaciones): Usted quería algo exótico, espero que sea de su agrado.

Pancho (Le da un beso en la mejilla a Andrea, su enorme bigote le hace cosquillas a la mujer que hace caras y se retuerce. Se dirige a la cocina y sirve tequila en tres caballitos y les da uno a cada una de las mujeres)

Andrea (aprensiva, mirando a Marta): No sé si prefiero mejor al argentino.

Marta: Lo siento, ya es tarde para hacer cambios. Disfrute de la nueva experiencia «Airbnb Family Included». ¡Felices vacaciones!

Autor: Ana Laura Piera.

Si me dejas algún comentario asegúrate de poner tu nombre o tu blog para que yo te identifique, estos días WordPress me está poniendo algunos comentarios como anónimos, disculpa las molestias y gracias por tu visita.

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EL OLOR

El olor se agazapaba en los rincones de la casa esquivando a mi madre mientras ella esgrimía con determinación maníaca un trapeador empapado en cloro. Era uno de muchos intentos de desterrarlo para siempre. Hacía ya algunas semanas que habían mandado a la abuela al asilo, pero el olor a viejo persistía y esto la volvía loca: lloraba y maldecía su suerte.

Un día se dio por vencida y decidió que era hora de mudarnos. Cuando subimos al carro nuestras últimas pertenencias y arrancamos, mi hermano y yo cruzamos miradas pues el olor se sentía dentro del auto y supimos al instante que siempre había provenido de ella, de mi madre

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla