KUKULKAN

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—Mi señor, ¿ha visto lo que sucede en la tierra? Kukulkán el noble dios de los mayas, deja de observar la enorme y bella esfera azul que cuelga en la noche sin fin del universo.

—Lo he visto mi querido Ah Kin Xoc, tú sabes que siempre estoy al pendiente de los míos, aunque pocos me recuerden.

—Señor, la gente moderna tiene en alta estima a los Mayas y a la noble Ciudad de Chichén Itzá, han declarado el templo de mi señor como una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.

Kukulkán, la Serpiente Emplumada, suelta una carcajada sonora y mira fijamente a su servidor:

—Ah Kin Xoc, eso es ridículo. Mi pirámide no necesita que la nombren maravilla, siempre lo ha sido. Lo mismo que quienes fundaron, construyeron y habitaron las grandes ciudades del Mundo Maya. Ese nombramiento no nos hace más maravilla de lo que ya éramos.

El fiel sirviente asiente y no puede dejar de observar una nube de tristeza que empaña la mirada del dios.

—Ak Kin Xoc, ¡extraño nuestro antiguo mundo!

—Fueron buenos tiempos sin duda, mi señor.

—Ya me hace falta visitar mi tierra personalmente. ¿Cuánto falta para el próximo equinoccio?

—Muy poco mi señor, ya podrá usted descender por su templo y fecundar la tierra, como siempre.

Kukulkán suspira y luego masculla entre dientes: “Tantas otras maravillas creadas por gente excepcional en otras partes de la Tierra, que siéndolo no son reconocidas ni recordadas. ¿Con qué autoridad se ponen a decidir estas cosas? Estos hombres modernos y sus ocurrencias…”

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla

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