
Atrapada en una bombilla sin filamento, la mariposa de las minas brillaba con furia. Zimri, el enano minero, la miraba fascinado: su luz proyectaba sombras danzantes sobre su pared desnuda. «No tengo nada que envidiarles a los parisinos con su cinematógrafo» —pensaba mientras la mariposa iluminaba su soledad. El resplandor fue menguando y Zimri temió perder su espectáculo. Una mañana la encontró muerta. Enfermo de tristeza, comprendió que la verdadera función estaba en la mina: allí las mariposas volaban libres y centelleaban como constelaciones. Nunca más volvió a encerrarlas en bombillas.
98 palabras.
Autor: Ana Piera
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