LABIOS ROTOS

Pasé mi dedo índice por el contorno de sus labios, la interrupción de la línea y el cambio de textura me hablaron de una cicatriz. La sentí temblar, y luego derrumbarse entre sollozos. La abracé y capté de inmediato el perfume a jazmín que emanaba de su pelo corto. Los diques que mantenían a raya la tristeza se rompieron y noté cómo mi camisa se empapaba con sus lágrimas. Mis manos acunaron su cabeza y la atraje para besarnos. Mi boca recorrió la suya, primero discretamente, experimentando descargas eléctricas cada vez que nuestros labios se rozaban, luego acepté su franca invitación a beber en ella.

Después me contaría que ese beso borró en ella años de vergüenza, miradas de reojo y dolor.

Lleno de felicidad, busqué algo con qué celebrar nuestro encuentro. Tras muchos años de vivir en él, había memorizado pasos, distancias y obstáculos de mi piso, por lo que a pesar de la ceguera congénita, era capaz de moverme con soltura. Regresé con una botella de vino y dos copas.

Aquella noche, tras el corazón, nos entregamos también los cuerpos. Vibrantes, plenos. Yo la miré con los ojos del alma y ella me besó con la perfección que solo el amor verdadero podía conferir a sus labios rotos.

216 palabras

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla