Ecos en el Agua – Cuento Corto

Mi propuesta para el concurso de Tarkion en su blog IAdicto Digital, el tema oficial es «relatos desde el otro lado del espejo».

El recipiente de tosco barro negro se sentía húmedo mientras lo sostenía con sus dedos nudosos y arrugados. Le había tirado el agua usada con una clienta que deseaba saber si su marido infiel regresaría a ella.

Vertió con cuidado agua nueva, proveniente de un odre de cuero que contenía el líquido, recolectado en noche de Luna llena.

En su humilde cuarto del barrio de indios de San Sebastián, no había gran cosa, apenas un petate donde dormía, un poco de loza de arcilla y un solitario crucifijo de madera en una pared. Se acomodó en la burda estera y tomó la vasija entre sus manos. El espejo líquido la reflejó: la cara marchita, los rasgos indígenas, sus ojos, dos pozos de melancolía, tapados por mechones de pelo lacio, escapados de la cinta que los sujetaba.

Su propia imagen le causaba curiosidad, a veces se detenía demasiado mirándose y olvidaba su propósito. Y es que los espejos, los de verdad, resultaban inalcanzables, decían que venían de un lugar lejano llamado Italia y solo podían costeárselos los ricos. Antes de la caída de Tenochtitlán, se hacían con mosaicos de pirita pulida, o de obsidiana. Los artesanos tardaban mucho tiempo en hacerlos y únicamente los sacerdotes y la nobleza podían permitírselos.
«Igual que ahora» —pensó. Solo que en aquella época no se usaban para mirarse en ellos, eran puertas de comunicación con los dioses o ancestros y una fuente de conocimientos ocultos.

Se dijo a sí misma que debía concentrarse.

Pequeñas ondas en el líquido desdibujaron su rostro, luego el agua se aquietó.

Se vio joven, huérfana, regresando a la vencida Tenochtitlán y buscando la casa familiar. Anhelaba verla en pie, con sus dos cuartos de fresco adobe alrededor de un pequeño patio, y el techo plano formado de carrizo recubierto con barro. Ya no existía. Lo que fue su hogar era un terreno ganado por la maleza. Se metió en ella buscando la huella de cada lugar amado. Le llamó la atención algo en la tierra, un pedazo de roca blanquecina, lo recogió y al mirarlo de cerca se dio cuenta de que era un trozo de hueso humano. Lo soltó con horror y salió corriendo. Meses atrás se habían retirado los cadáveres, reparado los puentes y calzadas e iniciado el nuevo trazo de la ciudad, mas aún se podían encontrar estos mudos testigos de la lucha cruenta que se libró.

Un par de sacerdotes que pasaban la llevaron a la fuerza a un colegio para indias. Ahí le impusieron la nueva religión y la nueva lengua. Después, fue criada personal de una monja tirana, en el triste y oscuro convento de Nuestra Señora de la Expectación.

Carmen se desesperó, no quería ver su vida, sino saber cuando moriría. Tenía 76 años.

El agua, que con los clientes obedecía mansa sus deseos, no le hizo caso y siguió mostrándole el pasado:

Su casamiento con otro indio. Este tenía una casa con una parcela en el barrio de Santa María, que se había salvado parcialmente de la destrucción. Las autoridades indias y españolas se la reconocieron después de que muchos testigos indígenas dieran fe de que esas tierras eran de los padres y abuelos de su marido y de que «siempre las habían tenido». Al quedar viuda, el alcalde le «aconsejó» que vendiera la propiedad. Vender la tierra era un concepto nuevo, que no se sentía bien. La tierra siempre había tenido un valor de uso, su fin era para el propio mantenimiento, pero con la llegada de los europeos, pasó a ser una mercancía más. La vendió presionada y a muy bajo precio a un español. Carmen entonces se fue a vivir a San Sebastián. Sus ahorros y su don de leer en el agua la sostuvieron. Un don peligroso, pues la adivinación estaba muy penada. Siempre se arriesgó a acabar en la temida cárcel inquisitorial, pero había tenido suerte.

Su vida, siendo mujer, nunca fue fácil, ni en Tenochtitlán ni en Ciudad de México. A causa de la conquista del imperio mexica, había sido testigo de la derrota espiritual de los suyos, que sabía peor incluso que la derrota material. Vio a su pueblo diezmado por la violencia y las epidemias, obligados a adaptarse a nuevas formas de vida. Ya no había un sentido fuerte de comunidad como antes. Se había quedado sola. La tristeza, que la carcomía, y la continua sensación de no pertenecer, la habían acompañado desde el momento en el que ya nada volvió a ser igual.

Las escenas cesaron y quedó su cara que cambiaba, de la cansada mujer actual, a la que fue, y se preguntaba cuál de las dos era la más genuina.

Pidió, con todas sus ganas, al espejo de agua que le revelara cuándo moriría, pues estaba cansada de transitar entre dos mundos y formas de hacer las cosas. El líquido vibró, como burlándose de su deseo.

Ella dejó el cuenco a un lado y miró pensativa el crucifijo de la pared. Ahí, sacrificado en un madero, el dios cristiano, el «verdadero», cuyos acólitos predicaban su amor inconmensurable y que solo había traído caos, muerte y sufrimiento.
Luego, desmontó un pedazo de piso falso. Sacó una efigie en barro de la diosa Chalchiuhtlicue, la de la «falda de jade», consorte de Tláloc el dios de la lluvia, y ella misma, diosa del agua terrestre, de manantiales y lagos; la que tenía poder sobre todas las manifestaciones acuáticas de la naturaleza. Le pidió que la próxima vez que consultara el «agua de luna», esta le revelara, sin rodeos, lo que en verdad quería saber.

935 palabras.

Autor: Ana Piera.

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Nota: Soy mexicana y me fascinan los temas prehispánicos. Soy consciente de que toda conquista trae consigo violencia y cambios. Los mexicas mismos fueron un pueblo conquistador y por ello los pueblos bajo su dominio, se aliaron a Hernán Cortes. Los tlaxcaltecas y totonacas fueron clave para lograr la derrota de los mexicas. Lo más irónico de todo es, que al final, terminarían sirviendo a sus antiguos aliados y perdiendo su propia cultura y religión. Los mexicanos de hoy somos el fruto de ese choque entre dos mundos. De mi parte yo abrazo tanto mi herencia española, como mi herencia indígena. Los respeto a ambos.

Si gustas saber más de cómo se organizó la Ciudad de México luego de la derrota de Tenochtitlán, puedes entrar AQUÍ.

Si tienes curiosidad te dejo este video sobre cómo eran los diferentes tipos de viviendas prehispánicas, da clic AQUÍ.

Otros de mis relatos con el tema de El Espejo:

https://bloguers.net/votar/AnaPiera68

https://bloguers.net/literatura/ecos-en-el-agua-cuento-corto/

16 comentarios en “Ecos en el Agua – Cuento Corto

  1. Hola, Ana, otro tipo de espejo, este mágico, adivinatorio, visionario…, pero, al final, no cumple su función. ¿Algo más oculta? ¿Algo esconde? Saber cuándo es el día de la muerte de cada uno es complicado, supongo. Yo creo que no querría saberlo, solo pensaría en eso y me generaría ansiedad… Mirar en el agua, adivinar, forma parte de la historia de muchos pueblos. Me encanta la magia que desprende ese hecho.

    Un abrazo. 🤗

    (Soy Merche)

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    1. Hola Merche, sí, el espejo de agua al final no le revela lo que ella desea saber. Quiere ser un símbolo de la memoria que vuelve aunque no quieras. Quizás en su siguiente plegaria le cumpla el deseo. Mil gracias por comentar Merche. Abrazo fuerte…

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  2. ¡Maravilloso, Ana!

    ¡Qué manera de contar, de hacernos «ver» la historia!

    Tus maravillosos cuentos sobre esos tiempos pasados y sus gentes son interesantes, no solo por la belleza de la narración, también por lo mucho que cuentan entre líneas.

    Como bien explicas luego, la «invasión» hispana de tus tierras tiene muchas lecturas, pero la historia actual está forjada por lo que fueron y por lo que habéis llegado a ser. Tu amor a todas las culturas te engrandece y da señas de la valía de tu corazón. Porque todas tienen cosas buenas y malas, pero tú siempre sabes sacar lo mejor.

    Muchas gracias, Felicidades y mucha suerte para ese concurso.

    Abrazo Grande.

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    1. Hola José, gracias por tus palabras. La verdad es que cuando hago estos cuentos mi intención es que las personas se «asomen» a ese mundo perdido, (como los hay tantos otros). Acá la cultura que tenemos es herencia de ambas partes, principalmete la prehispánica y la española, y aún falta una más, la de la gente africana que fue removida de sus hogares y la trajeron para trabajar, porque hubo un momento en que la población indígena casi desapareció por las nuevas enfermedades. Éstos africanos también se mezclaron con la población. Así que hay tradiciones y cultura que refleja todas esas historias. Detrás de cada comida, de cada ritmo, de cada costumbre ahí están ellos. No hay por qué renegar de nadie, todas las partes fueron y son importantes. Abrazo fuerte.

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  3. ¡Hola Ana! ¡Ana! Te pasaste, mujer. Me emocionaste de principio a fin. Durante la lectura me ibas transportando de a poquito hasta que me sumergiste por completo en ese mundo del que no sales, al que honras y veneras porque olvidarlo no es de Dios. En final con el Cristo del madero, no tiene paralelo. El darle al reto esta tremenda connotación, es una habilidad y un logro muy tuyos. Te he dicho que te admiro? Creo que lo que sí he dicho es que ¡Tremenda escritora eres! Y lo digo muy de verdad y muy desde adentro. Un abrazo muy sentido, desde la emoción que provocaste.

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    1. Muchas gracias por tus palabras Maty, me emocionan de verdad y las aprecio mucho. Quería que la gente se asomara un poquito a ese mundo perdido para siempre, y al drama de quienes lo vivieron en carne propia y que tuvieron que adaptarse a algo completamente nuevo. Te mando un abrazo muy fuerte. Gracias de nuevo.

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  4. Hola Ana, muy acertado para este reto de espejo, me gusta usar el reflejo en este caso como arte adivinatoria.

    Muestras la cultura prehispanica y nos haces viajar a ella. Me gustan mucho estos cuentos donde tratas con tanto respeto la cultura.

    Un abrazo.

    Dakota.

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  5. Precioso, Ana. Un relato que contagia dulzura y melancolía, muy emotivo. Me encanta el tono de leyenda y la añoranza que transmite la historia. Un mundo perdido que se desvanece sin remedio, del que solo queda un eco de tristeza. Una belleza de cuento. Me ha gustado muchísimo.

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  6. Magnífico relato, Ana.

    Desprende mucha magia y deja tras cada párrafo leído una estela de nostalgia por el tiempo que fue y ya se ha ido. Esa imagen que le devuelve el agua de ella joven, que contrapone a su imagen actual y la lleva a preguntarse cuál de las dos es más genuina. Es sublime.

    Me ha encantado.

    Un abrazo enorme.

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