Horizontes Compartidos

Mi aportación para el VadeReto del mes de Enero, con el tema «horizontes compartidos» e inspiración en esta imagen:

En el patio de recreo de la escuela, reinaba el sol, y explotaban los gritos, las risas y el sudor. El ruido de las pelotas rebotando en las paredes y en el piso hacían difícil la conversación y tuve que subir la voz para que mi amiga Pilar me escuchara:

—Alberto no puede ser hijo de la maestra Cristina, si es negrito y ella es blanca. Además, es bien raro, no habla. Míralo, se la pasa en un rincón del patio sin hablar con nadie. Tampoco es muy inteligente, tiene malas calificaciones, ¡y eso que es hijo de una maestra!

Las cejas de Pilar se arquearon de una forma rara y su mirada inquieta me hizo voltear. ¡Ahí estaba Cristina! Ella había oído toda mi retahíla. Su mirada era una mezcla de enojo y tristeza, movió la cabeza desaprobatoriamente y se alejó. Pilar rio histéricamente y yo sentí mortificación. Lo siguiente que pasó fue que mi madre me dijo que yo estaría yendo a la casa de la maestra unas cuantas tardes a hacer tareas allá. A pesar de mis reclamos dejó en claro que no había forma de evitarlo.

La primera tarde Cristina no mencionó el penoso incidente del patio del colegio, lo cual agradecí. Tampoco hice tarea, nos puso a Alberto y a mí a hacer unas galletas. Yo leía la receta mientas Alberto sacaba todos los ingredientes. Luego fue su turno de leer las instrucciones mientras yo hacía la mezcla.

—A…gre…gar los hue…vos.

Alberto no leía muy bien y empezó a pasarla mal. Así que a mitad de la preparación propuso que cambiáramos de nuevo los papeles y para mi sorpresa vi que era bastante hábil para cocinar. Al final nos reímos mucho pues acabamos los dos con harina por todos lados. Tenía una risa hermosa y sus ojos negrísimos transmitían mucho cuando estaba feliz. Fue agradable conocerlo un poco más.

La siguiente tarde Cristina nos puso a hacer, ahora sí, la tarea. Fue evidente que Alberto necesitaba ayuda extra, la maestra me pidió que lo apoyara y yo lo intenté. Traté de explicarle una multiplicación que al final entendió, aunque con muchos trabajos. Sentí bonito cuando pudo hacerla, por él y por mí que se la había explicado.

Los días pasaron demasiado rápido y llegó el fin del «castigo». Esa tarde me animé a disculparme por lo que yo había dicho en el patio de la escuela y Cristina me abrazó.

—Sé que tienes dudas sobre si Alberto es mi hijo y te voy a responder —me dijo—, efectivamente no es hijo mío, yo lo adopté. No sabemos nada de las personas que lo trajeron al mundo, pero yo lo escogí. Es un privilegio poder escoger a quien será tu hijo, los padres naturales no pueden hacer eso. Es verdad que tiene algunos desafíos intelectuales, pero está trabajando duro en eso. Me gustaría que los chicos de la escuela fueran más amables con él.

Por días la respuesta de la maestra dio vueltas en mi cabeza, también extrañé la compañía de ambos por las tardes, pero Alberto y yo seguimos frecuentándonos. En la escuela lo presenté con algunos de mis conocidos y se volvió parte de nuestro grupo de amigos.

Hoy Alberto es mi esposo, una moderna prueba de ADN reveló que sus ancestros vienen de Senegal. Sus problemas de aprendizaje se subsanaron con el tiempo y hoy es un exitoso chef. Mi suegra me inspiró a ser maestra. Entre nuestros planes está el adoptar un niño o niña, y si tenemos hijos propios, espero que alguno sea como Alberto, de tez oscura, pelo rizado y que tenga una mirada limpia y generosa como la de él.

Autor: Ana Laura Piera

Mi relato en Masticadores Sur

https://bloguers.net/votar/AnaPiera68

https://bloguers.net/literatura/horizontes-compartidos-3/

28 comentarios en “Horizontes Compartidos

  1. Hola, Ana, qué relato más bonito, admirable el castigo y estupendo el final del relato. Los humanos tenemos la manía de señalar al diferente y hasta excluirlo, por lo que la frase final de que ojalá, si tienen un hijo, que sea como el padre es perfecta. Una historia de esperanza muy conmovedora.
    Un abrazo. 🙂

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  2. ¡Hola, Ana! Siendo niños siempre nos llama la atención la persona con rasgos distintos a los comunes en nuestro entorno. La primera vez que vi a una persona negra fue con cuatro añitos o así y según mis padres parece que me impactó. Ahora es diferente, afortunadamente, las clases cuentan con niños de diferentes etnias y lo asumen con naturalidad. Un relato muy humano. Un abrazo!

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  3. Hola Ana.
    Verdaderos «Horizontes Compartidos». Una historia preciosa para este VadeReto. Todavía nos llaman la atención los diferentes, más aún cuando el color de la piel es la diferencia (y no me refiero sólo a los niños). A pesar de que la sociedad va cambiando y vamos aprendiendo de a poco, ¡nos falta tanto para saber integrar!
    El castigo me pareció ejemplar, la mejor forma de aprender, es acercarse, vivirlo de cerca, entender.
    Un abrazo grande.
    Marlen

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    1. Hola Marlen, fíjate que aquí en México, hasta hace algunos años, no era común ver personas de raza negra o de piel oscura tipo africano del sur. Ahora vemos más con la inmigración, por ejemplo de haitianos y de otras personas, pero antes era rarísimo. Cuando he ido a USA o a Europa he visto que es más común.
      Si, el castigo creo que era el adecuado para poder entender que todos somos iguales. Te mando un abrazo, gracias por dejar tu huella aquí.

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  4. ¡Qué preciosidad de relato, Ana!
    La influencia de los adultos en los niños es inevitable, en algunos casos negativa y en otros, como la maestra de tu relato, muy conveniente y necesaria.
    La convivencia y el ejemplo suelen ser las mejores aperturas para sus mentes. Como dijo alguien sabio, los niños nacen sin maldad en sus corazones, pero son fácilmente maleables.
    Ojalá la bondad, la educación, el respeto, la solidaridad, la empatía… se hicieran más virales y fueran fuente de inspiración para todos nuestros niños.
    Muchas gracias por este regalazo para el VadeReto.
    Abrazo grandón.

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  5. Hola Ana, empiezas el relato con la imagen de lo que sería demasiado habitual entre los niños y su diferencia de color años atrás. Por suerte todo esto ha cambiado mucho. Me encanta el final, qué da un rayo de esperanza. Precioso. Un abrazo

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    1. Hola Nuria, si. Cuando yo era chica, en mi país, México, ver a alguien de raza negra en la escuela era rarísimo. Hoy en día no es tan raro pero aún no es habitual como lo es en Europa o USA. Lo importante siempre será tener en cuenta que todos somos iguales. Te mando un abrazo.

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  6. Por mi experiencia es cierto esto que escribes, sean genéticos o adoptados, cada hijo tiene unas cualidades para desarrollar si recibe el apoyo que requiere. Gracias por tan hermoso regalo en forma de relato. Un abrazo.

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  7. Hola, Ana. Una historia preciosa, muy humana, de las que te llegan muy hondo. Afortunadamente el problema se arregló porque los mayores intervinieron en la dirección correcta. Hoy se da mucho el problema de maltrato psicológico, verbal, físico o social en las escuelas. No solo por el color, que afortunadamente, están muy mezclados, pero sí por otros estereotipos como las dificultades en el aprendizaje, como le pasaba a Alberto. Es un gran problema. Hemos tenido casos de niños que se han suicidado.
    Tal vez por eso me ha gustado tanto tu relato. Porque lo saben ver a tiempo para atajarlo.
    Un abrazo!

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    1. Muchas gracias María Pilar. Yo sé que en Europa o en USA no se ve tan raro ver niños de color en las aulas (por de color me refiero a gente con tez negra, como la de las personas en algunos lugares de África). En México es menos común aunque cada vez se van viendo más. Un niño así que además tenga problemas de aprendizaje es igual a bullying seguro. Como dices, en este caso los adultos actuaron con sabiduría. Mil gracias por tu comentario.

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  8. Qué historia más bonita, Ana. A veces, la crueldad de las personas es dura y hace mucho daño. En lugar de ayudar, critican sin saber. Me ha encantado como se desarrolla la historia y le das un magnífico final, toda una lección para los que sólo saben destruir y no construir. Un abrazo

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