Recuerda: nada es lo que parece…

Plácidamente acomodado entre los tibios pliegues maternos, presiente que mañana será el gran día. Saldrá de la seguridad que hasta ahora le ha cobijado y se desprenderá para iniciar su propio camino. Es apenas un bebé, pero si logra cumplir su propósito se hará adulto en otro lugar, llevando lejos su estirpe. Su madre lo mirará partir con pena. Él sabe que ella ha hecho todo lo posible para protegerlo desde el momento en que lo gestó, mas debe soltarlo y dejarlo crecer, es la ley de la vida. No la defraudará.
El día amanece prometedor, el pequeño se prepara para decir adiós, pero algo raro sucede, Una conmoción extraña lo toma por sorpresa, todo se mueve a su alrededor y sensaciones desagradables los invaden a él y a su madre. Aún no ha logrado independizarse de ella, pero ya no será posible. Ambos sienten que les falta oxígeno, no pueden respirar, en medio del ahogo son sacados con violencia de su lugar seguro y tibio. Se estremecen al ser expuestos a un frío de muerte.
—Buen trabajo Dr. Otegui. Lo extirpó por completo —dice el Dr. Martínez, el residente que ha asistido en la cirugía.
Una enfermera limpia por última vez la frente perlada de sudor del Dr. Otegui. Fue una cirugía larga, casi nueve horas, pero valió la pena. Los tres miran la enorme masa informe y sanguinolenta que ahora agoniza en una helada bandeja quirúrgica. Ambos, madre e hijo morirán ahí.
—Fue una suerte que el tumor no haya tenido oportunidad de hacer metástasis, la prognosis es buena —agregó Otegui muy satisfecho.
Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla
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